Tag Archive | Santa Cruz Bolivia

EL CORDÓN ECOLÓGICO, EL EFECTO MARIPOSA Y LA TEORÍA DEL CAOS 

Por Marina Bonino, Arquitecta

Crédito de la Imagen: Rubén Darío Azogue

En estos tiempos donde podemos constatar cada vez más los efectos adversos del cambio climático, como consecuencia de fenómenos naturales y de la intervención del hombre sobre el hábitat, se vuelve necesario tomar en cuenta conceptos como el efecto mariposa y la teoría del caos, para comprender las dinámicas propias de los ecosistemas naturales y construidos. En particular, cómo se relacionan estos conceptos con las ciudades que habitamos, entendidas como sistemas urbanos de evolución no lineal y muchas veces impredecible, cuando la falta de planificación da lugar a la improvisación. Más aún, adquieren una importancia mayor al considerarlos en el contexto de una posible anexión del cordón ecológico del Rio Pirai a la mancha urbana de Santa Cruz de la Sierra, con lo cual esta área protegida se volvería “urbanizable”, es decir, sujeta a modificaciones y hasta posibles cambios en el uso de suelo, sentando jurisprudencia para que los municipios que participan de su cuenca, que va desde Samaipata hasta Yapacaní, hagan lo propio.

El efecto mariposa (proverbio chino) sostiene que algo aparentemente tan insignificante como el aleteo de una mariposa, puede desencadenar una serie de eventos que, en última instancia, pueden tener un impacto significativo en un sistema complejo y dinámico. La teoría del caos (desarrollada por el matemático Edward Lorenz) se enfoca en la imprevisibilidad inherente a los sistemas no lineales, donde pequeñas variaciones en las condiciones iniciales, puede llevar a resultados diferentes a los esperados.

En este sentido, cualquier intervención dentro de esta franja defensiva del Rio Pirai en la Cuenca Baja (Municipio de Santa Cruz), que cuenta dentro de sus 1000 m de ancho con masa arbórea, zonas de inundación o amortiguamiento y diques de contención, (implementados por el proyecto SEARPI a raíz de la gran inundación del ’83), resulta un tema complejo que necesariamente debe contemplar una visión regional/metropolitana y el desarrollo de un Plan Integral acorde con esta visión.  Priorizando por supuesto, su invalorable rol de protección medioambiental para los ecosistemas urbanos que se encuentran a lo largo de los más de 420 km que recorre toda su cuenca.

La presencia de estructuras urbanas en las proximidades de un río joven e inestable -como lo es el Pirai- implica una serie de situaciones con resultados impredecibles para esos entornos modificados. Se sabe por experiencias vividas que el cauce del río y sus niveles de agua, pueden alterarse cíclica o aleatoriamente, provocando inundaciones o erosionando el territorio. Los suelos arenosos de las riberas suelen ser inestables, y el nivel freático, alto.   Si se modifican los patrones de flujo de la corriente, puede haber impactos negativos significativos para la biodiversidad y la calidad del agua, como el caso de los afluentes en Porongo, totalmente afectados después de los acelerados procesos de urbanización que allí se han dado.

Abundan ejemplos en la actualidad, como lo sucedido en la ciudad de Cobija o los derrumbes y mazamorras con pérdidas materiales y humanas en distintas partes del país.  Muchos de estos desastres han destruido asentamientos humanos, formales o informales, en sectores no aptos para habitar. En el caso de Santa Cruz, municipio, el simple hecho de “urbanizar” una parte del cordón, tuvo y tendrá otra vez -sí o sí-, consecuencias que afectarán no solo el lugar intervenido sino, además, otras áreas del gran ecosistema del río Pirai.

Por ello, es fundamental considerar cuidadosamente todas las variables y posibles repercusiones antes de llevar a cabo cualquier propuesta sobre el cordón ecológico. Si el objetivo es preservar y proteger este entorno natural de una manera eficiente y sostenible, como prevención de riesgos futuros y desastres naturales, la propuesta debe enmarcarse en un conocimiento técnico calificado y responsable que permita actuar sobre este ecosistema tan complejo, dinámico e impredecible. Como impredecible puede ser lo que pase con el área de protección si se “urbaniza”. Por supuesto que se tienen dudas, sobre ello, como también pruebas (año ´83).

Solo a través de una intervención consciente, criteriosa y bien intencionada se podrán lograr resultados positivos y sostenibles para el medio ambiente y la mancomunidad metropolitana, que es el escenario que hay que tomar en cuenta en este caso. Una visión metropolitana permitirá tomar decisiones que favorezcan al conjunto, en una especie de sinergia que contribuya a que cada uno de los municipios que se integran a través del río, puedan encontrar la mejor manera de relacionarse con éste, a través de sus características y potencialidades propias. Tal vez, por ejemplo, en el sector del río donde confluyen la ciudad de Santa Cruz y el Urubó, la costanera con edificaciones elevadas podría darse, estudios y planificación mediante, en el lado del municipio de Porongo, donde la topografía es más elevada, y por lo tanto con menos riesgos; dejando la ribera del lado cruceño, que está en un nivel mucho más bajo, como un gran parque natural con infraestructura verde vinculada al gran parque metropolitano correspondiente a las otras sub cuencas. Y no a la inversa, como se suele pensar.

En este contexto, para abordar la intervención del cordón ecológico del Rio Pirai, entendido como un patrimonio medioambiental de la región metropolitana cruceña y no como retazos independientes con dueños aislados, es imprescindible la creación de una entidad con autonomía de gestión que coordine planes y políticas públicas con los 3 niveles de gobierno para lograr el bien mayor, que es beneficiar a toda la mancomunidad metropolitana que convive con el río. Sólo así se podrá obtener el efecto mariposa planificado y deseado, evitando el caos resultante de intervenciones apresuradas, unidireccionales y ocurrentes que pueden llevar a la entropía de la región.

LA CIUDAD Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD SOCIAL Y COMUNITARIA

Por Marina Bonino, Arquitecta

-Imagina un lugar que nos es “común”, donde tus derechos y los míos son iguales: abierto, visible, general, libre, por el que debemos luchar cada día.
-¿El cielo?
No, ¡el espacio público!

En una ciudad, el espacio más democrático y el mejor indicador de la educación y de la calidad de vida de sus habitantes, es el ESPACIO PÚBLICO. Además de su función ornamental dentro del paisaje urbano, sabemos que este tipo de espacio contribuye al mejoramiento de las condiciones medioambientales del hábitat, al dotar de microclimas saludables gracias a su infraestructura verde, que equilibra los efectos adversos de las construcciones y los pavimentos. Esta condición, es en sí misma, motivo más que suficiente para promover su existencia y conservación. Pero además, a esto hay que agregarle su contribución fundamental a la formación del sentido de comunidad y de valoración del bien común, que promueve su uso en los habitantes que están dentro de su área de influencia.

Por ello, si queremos transformar la sociedad que habita nuestra ciudad, debemos empezar por transformar los barrios, la unidad social básica de la estructura urbana. Con la consolidación de espacios públicos de calidad, con un diseño atractivo, original y específico para cada lugar, se fortalece el sentido de identidad y de pertenencia de sus usuarios, los vecinos. Está comprobado que el espacio público menos peligroso es el que más se utiliza y es más concurrido. El modo de apropiación y uso por parte de la gente, es el espejo que refleja la cultura urbana de una sociedad y por eso, diseñar buenos espacios públicos, es crear escuelas al aire libre para aprender a convivir.

En este sentido, es muy importante que, paralelo a los planes de densificación de las manzanas, se definan estrategias para generar, potenciar y sostener estos espacios que nos pertenecen a todos, conjugando lo funcional, lo estético, lo paisajístico y lo ambiental, para promover las condiciones básicas de convivencia social, de interacción familiar y de esparcimiento, tan necesarias en una ciudad que va perdiendo áreas verdes y está confinando cada vez más a las familias a convivir en reducidos espacios que limitan su libertad de actuar, comunicarse, y aprender/fortalecer las habilidades sociales fundamentales para existir como sociedad.

LO MALO CONOCIDO (cuando la sabiduría popular juega en contra)

Los acontecimientos que se vienen suscitando a raíz de las acciones y políticas  del Gobierno Municipal  en relación al ordenamiento de los mercados tradicionales cruceños y el traslado de los comerciantes asentados en los espacios públicos, han puesto en evidencia en los grupos que deberían sentirse más favorecidos,  el apego a la sentencia del viejo refrán: “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”. En esta ocasión,  esta visión defendida a “piedra y pollera” por los gremialistas establecidos en lugares inapropiados para ejercer el comercio, tanto por la ilegalidad del asentamiento como por las condiciones de infraestructura precaria, insegura  y hasta ausente de los puestos de venta, resulta carente de toda lógica y adolece de una visión muy estrecha sobre las posibilidades que genera “lo bueno por conocer” para los comerciantes, para los ciudadanos en general y desde el punto de vista urbano, para la ciudad.

Y es que un espacio comercial da como resultado la revitalización del área donde se inserta, con la puesta en alza de la plusvalía del sitio y su área de influencia y con el  potencial desarrollo que ello trae aparejado, hecho  que se va  evidenciando en el tiempo.  Este criterio es el que defiende el Gobierno Municipal, al propiciar la consolidación de la red de infraestructuras y equipamientos para el abastecimiento de la población en sus diferentes niveles de complejidad, desconcentrando los mismos para que estén al alcance de todos y adecuadamente distribuidos en el radio urbano de nuestra ciudad. Es lo que proponía ya hace muchos años, el Plan de Ordenamiento Territorial (PLOT), el mismo que continúa vigente y que plantea la planificación y organización de las nuevas centralidades en los diferentes Distritos de la ciudad con  la dotación de infraestructuras y servicios básicos para la comunidad en una distribución equilibrada, autosuficiente y democráticamente urbana. Así lo ha venido  haciendo con la red de escuelas municipales, como también con los parques urbanos y otros equipamientos e infraestructuras que se van consolidando y que están cambiando la fisonomía de los barrios y el modo de habitar y vivir la ciudad por parte de los vecinos. Ya era tiempo que las acciones lleguen a uno de los sectores más conflictivos que adolece nuestra ciudad; los centros de abastecimiento, que en la actualidad son la antítesis de lo que deberían ofrecer a la población: seguridad, eficiencia, buen servicio, higiene, salubridad y orden, todos ellos requisitos indispensables en una urbe en la cual  más del 85% de sus ciudadanos se provee de los insumos  para la canasta familiar y accede a la oferta de servicios implícitos en estos ámbitos urbano-comunitarios de intercambio comercial.

Un gran sabio decía que el ser humano tiene la inveterada costumbre de crearse problemas, la raíz de esta costumbre  está muy profundamente asentada en  el subconsciente del ser humano: la tendencia a permanecer sin cambios, a mantener el status quo, a continuar, en términos más contemporáneos, estancados en  la zona de confort, aunque muchas veces esa zona de confort sea todo menos lo que pregona.  Si al miedo ancestral al cambio le agregamos la parcialización de acciones tendientes a favorecernos en lo personal sin tomar en cuenta al otro, el exigir derechos sin asumir responsabilidades, el optar por la violencia cuando los argumentos no son convincentes, estamos hablando de formas primitivas de convivencia, limitantes, retrógradas y siempre dañinas  para el  colectivo social. Y lo peor es que estamos tan acostumbrados a ese modo de convivir, que no visualizamos otras posibilidades más adecuadas y evolucionadas. Aceptamos “lo malo conocido” por ignorancia, por pereza social, por  sostener una posición egoísta  que defiende  únicamente el usufructo personal,  por evitar las crisis que indudablemente demandan esfuerzos y adaptación -no siempre inicialmente agradables-, que preceden al cambio.

Pero la evolución de una sociedad necesariamente tiene que atravesar por estos procesos de crisis que son a la vez de oportunidad. Estamos ante la posibilidad de  iniciar una nueva forma de habitar la ciudad en relación a nuestros mercados y la actividad comercial y de servicios que allí se desarrolla. Estamos ante un reto que debiera involucrarnos a todos para que se haga efectivo, porque los beneficios innegablemente, los disfrutaremos todos los habitantes de Santa Cruz. Seamos gestores, defensores y formadores de esta nueva consciencia ciudadana. Rompamos mitos ancestrales; que esta vez gane lo bueno por conocer.

Por Marina Bonino B.

Arquitecta y Docente Universitaria

30/01/2018

CULTURA Y SOCIEDAD CRUCEÑA: LA NECESIDAD DE UNA VISIÓN INTEGRAL

Pensamos que Santa Cruz es la mayor metrópoli de Bolivia. Y lo pensamos porque en gran medida lo es; hay evidencias irrefutables de que es la ciudad puntal del desarrollo económico del país, la locomotora del progreso a la cual todos se quieren subir. No por nada es la segunda ciudad donde hay más paceños después de La Paz, y más cochabambinos después de Cochabamba; y a nadie extraña que en esta tierra residan más potosinos que en la ciudad de Potosí.

Nos llena de orgullo como cruceños saber que es el destino preferido por los migrantes, internos y externos; constatar que Santa Cruz es el lugar más apto para que la gente progrese y alcance un nuevo estatus de vida. Santa Cruz es generosa, hospitalaria, pujante, osada. El crisol de culturas de Bolivia, rebosa de vitalidad.

Sin embargo, tenemos que ser conscientes de otra realidad latente, un escenario que muchas veces nos negamos a ver. Y es ese gran porcentaje de población, un 70 % o más (30 % de la población en situación de pobreza y pobreza extrema; 40% de la población con nivel económico medio y bajo) que enfrenta la vida en grados que van desde la supervivencia hasta la vulnerabilidad económica, que cubre su condición bajo el manto del bien anímico espontáneo que caracteriza al cruceño; esa cualidad que le hace aceptarla como algo natural y muchas veces hasta con orgullo.

Los altos índices de esta economía precaria se evidencian no sólo en los aspectos materiales; repercute también en la educación, en los valores, no los que se pregonan, sino en aquellos que realmente dirigen nuestra conducta, y por supuesto, en el nivel cultural en el que nos movemos o al que aspiramos. Por eso no es nada raro que muchos prefieran ir a consumir bebidas alcohólicas con los amigos, en vez de asistir a una obra de teatro o a algún festival de música o de artes.  Por eso también, es un hecho natural la asistencia masiva de las familias a los centros populares de consumo -ferias, mercados- a modo de paseo y eventualmente para comprar alguna oferta que satisfaga de algún modo el afán consumista.

¿Por qué la gente prefiere pasar el domingo en un mercado y no en un parque urbano? ¿Por qué llama más la atención un partido de fútbol, o la parrillada con los amigos y no una visita a una galería de arte o ir al cine? Habría que hacer un estudio sociológico más profundo para descubrir qué determina la elección de las primeras opciones sobre las segundas.

Podríamos suponer que influye en ello la economía precaria antes mencionada, que opta por cubrir las necesidades que se consideran ‘prioritarias´. Sin embargo, hay una condición que subyace y que es importante tomar en cuenta si se quiere gestionar un cambio. Y es que para que la gente pueda elegir algo “distinto” a lo ya conocido, el entorno tiene que ofrecer ese algo, llámese cultura, educación, o el disfrute de actividades edificantes para la familia, la pareja o el individuo.

En este sentido, es importante revisar qué -y cómo- se está ofreciendo el menú de opciones para el ocio productivo los cruceños. Para que podamos ver cómo esa sociedad postergada se transforma en aquello que anhelamos, uno de los aspectos que hay que revisar y desarrollar es, innegablemente, la cultura. No la cultura elitista, que ya tiene su público -poco, pero con una conquista en ascenso- sino la cultura en su contexto más amplio, entendida como instrumento de educación. Que democratice y torne accesibles las expresiones artísticas, por ejemplo. Que acoja, eduque y contenga de manera inteligente y proactiva los sectores más marginados de la población. Que levante vuelo llevando consigo a ese conjunto humano hacia nuevos modos de ejercer ciudadanía.

Para que esto ocurra, además de la optimización de los recursos humanos y materiales, es necesario realizar un cambio de visión, una definición de estrategias consensuadas que focalicen el tiempo y la energía de los actores involucrados en la construcción de esta realidad alternativa. Un ajuste de timón -como el Foro Municipal de Arte y Culturas que se viene preparando en nuestra ciudad-, para reencauzar nuestro rumbo. Porque en definitiva, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, todos viajamos hacia un mismo destino.

Por Marina Bonino – Arquitecta

28/11/2018